Benedicto XVI adoptó el pasado sábado una decisión que revela el signo que quiere imprimir a su papado y que puede acarrear graves consecuencias para la Iglesia. Deseoso de reconducir el cisma con los católicos ultratradicionalistas, levantó la excomunión que pesaba sobre cuatro obispos consagrados por Marcel Lefebvre en 1988. La voluntad de atraerse a este sector extremista de la Iglesia, opuesto a cualquier renovación litúrgica o entendimiento ecuménico con otros credos, ha pesado más en el ánimo del Papa que el consejo de los cardenales de todo el mundo, reunidos en Roma en 2006 para debatir, precisamente, sobre la reconciliación con los lefebvrianos.(....)
El Papa ha enviado una preocupante señal acerca de la actitud de la jerarquía católica, y es que lo que exige a los demás no rige para ella. No existe mayor relativismo moral que, con el solo propósito de cerrar el cisma, transigir con la extrema derecha y la negación del Holocausto.
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